- ACEPRENSA
- 14.MAR.2013
(Actualizado el 15-03-2013)
Los testigos coinciden en que Jorge Bergoglio es un hombre sencillo y cordial. Sus recorridos por la ciudad, sus viajes en subte (metro), ser ferviente seguidor del equipo de fútbol San Lorenzo y la sobriedad con la que vive hacen que sea una persona muy cercana.
Luis Moreiro, periodista del diario argentino La Nación, relató varios detalles sobre la boda de su hija Emilia, que el cardenal Bergoglio ofició a petición del novio, Gastón, que le conoce desde hace años. La ceremonia sería en La Plata, a unos 60 km de la residencia del arzobispo en la ciudad de Buenos Aires. Cuando, unos días antes le llamaron para preguntarle a qué hora habían de mandarle un auto para llevarlo a la iglesia, el cardenal respondió: “¿Auto? No, yo voy en el tren del Roca”. Solo aceptó que le fueran a buscar a la estación de destino, pues temía perderse.
Al terminar la boda, le invitaron a que saliera junto con los novios. “No quiso –cuenta Moreiro–. ‘Emilia y Gastón son las estrellas de la noche. El protagonismo y todos los saludos deben ser para ellos’, se excusó amablemente, y se perdió por la puerta de la sacristía”. Y la semana pasada, justo antes de partir hacia Roma, llamó por teléfono a Gastón para felicitarle por su cumpleaños.
Una faceta conocida es la de hincha de San Lorenzo. En 2008, con ocasión del centenario de la fundación del club, le regalaron una camiseta del equipo y le nombraron “socio centenario”.
La Nación relata que hace doce años, Pilar Martínez Zuviría, de 62 años y madre de siete hijos, mandó una carta al arzobispo Bergoglio, en términos muy críticos. En respuesta, él la llamó por teléfono: “¿Está la señora Pilar? Habla el cardenal Bergoglio”. Pilar recuerda: “Fue un ejemplo de humildad. Me llamó a casa, me dijo que había leído la carta, que me agradecía los comentarios, que los tendría en cuenta y que rezara mucho por él”.
Años después se repitió la historia. Pilar volvió a escribirle criticándole, y el cardenal volvió a contestarle con una llamada telefónica personal en la que de nuevo le pidió oraciones por él. “Quedé tan conmovida –dice ella– que, tiempo después, al pensar que desde algún sector del periodismo se tergiversaban sus declaraciones, le mandé al cardenal un tercer texto respaldándolo y alentándolo a continuar: le dije que se sintiera reconfortado porque a Cristo también lo habían malinterpretado. Pero ahí no contestó. Eso muestra su prudencia y su humildad: se ve que no se sintió cómodo ante un halago”.
En las chabolas
La periodista Elisabetta Piqué define así al nuevo Papa: “Un cardenal austero, un hombre común. Tan sencillo y cercano a los pobres como erudito y firme en sus convicciones”. Sobre su austeridad, Piqué refiere una anécdota significativa: “Cuando fue hecho cardenal por Juan Pablo II, en 2001, hubo fieles que quisieron acompañarlo a recibir la púrpura, para celebrar el evento. Pero él pidió que se quedaran en Buenos Aires y donaran ese dinero a los más pobres. Tampoco quiso comprarse una vestimenta nueva: ordenó arreglar la que usaba su antecesor Antonio Quarracino”.
A la periodista le impresionan otros rasgos del estilo de vida de Bergoglio: nunca quiso tener auto con chófer. Solía desplazarse en colectivo o en subte. Y cuando viajaba en avión de Argentina a Roma elegía clase turista. Lo mismo dice Carlos Pagni: “Los zapatos con que llegó a Roma fueron el regalo de la esposa de un sindicalista fallecido, que no consiguió que aceptara un pasaje en primera clase. Viajó en turista”.
Apasionado lector de Dostoievski, Borges y los autores clásicos, añade Piqué, el nuevo Papa tiene una “forma de hablar sencilla, directa y humilde, que llega al corazón”.
Otro reportaje de La Nación describe cómo se recibió la noticia de la elección del Papa Francisco en la villa 21-24, un poblado de chabolas en el barrio porteño de Barracas. En la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé conocen al Papa, que ha estado allí muchas veces. Varios feligreses evocan esas visitas. “Yo recibí los tres sacramentos con Bergoglio. Cuando mi patrón me señaló la tele y vi la noticia, salté y lloré de la alegría”, dice Lidia Valdiviesa. “En el barrio, todos recuerdan a Bergoglio caminando por los pasillos de la villa. ‘Sabe lo que es la pobreza’, sostiene Lidia”.
El sacerdote Juan Isasmendi no duda en resaltar la cercanía de Bergoglio. “Es una persona muy importante para el barrio. Cruzaba toda la villa caminando solo, sin ningún problema, saludando a la gente que lo invitaba a pasar. Acá se lo quiere mucho”. “Si realiza una visita como papa a Buenos Aires lo vamos a obligar a venir”, decía el párroco.
Juan Pablo II y el Rosario
Cuando falleció Juan Pablo II, en 2005, el cardenal Bergoglio escribió un sencillo testimonio en el que recuerda cómo se decidió a rezar cada día los 15 misterios del Rosario gracias a su ejemplo. “Si no recuerdo mal, debía ser el año 1985. Una tarde fui a rezar el Rosario que dirigía el Santo Padre. Él estaba delante de la gente, de rodillas. El grupo era numeroso”.
Bergoglio cuenta con sencillez cómo, al sentirse guiado por su Pastor, comenzó a distraerse. Se detuvo en la figura del Papa: en su piedad. “Su devoción era un testimonio”, dice. “Empecé a imaginarme al joven sacerdote, al seminarista, al poeta, al obrero, al niño de Wadowice... en la misma postura en que estaba arrodillado en ese momento, recitando avemarías tras avemarías. Su testimonio me golpeó”.
“Sentí que este hombre, escogido para guiar la Iglesia, estaba siguiendo el camino hacia su Madre en el cielo; un camino iniciado desde la infancia. Y entonces comprendí la densidad de las palabras de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego: ‘No tengas miedo, ¿no estoy yo aquí que soy tu madre?’. Entonces entendí la presencia de la Virgen en la vida del Papa”.
“Este testimonio no se me ha olvidado ni un instante. En adelante he rezado siempre los 15 misterios del Rosario cada día”.
“Nos aceptó tal cual éramos”
Camila Montero, una activista contra la explotación de personas que se declara marxista y atea, ha recordado en Perfil, un periódico argentino, el apoyo que el entonces cardenal Bergoglio prestó a La Alameda, una fundación dedicada a la lucha contra la trata de personas en Argentina. Bergoglio acudió en varias ocasiones a la sede de la asociación, lo que en palabras de Camila sirvió para proteger a los militantes frente a las amenazas de mafias explotadoras, “como para decir: con esa gente no se metan”.
Lo más sorprendente para Camila, lo que le llevó a “romper sus prejuicios”, es que el ahora Papa nunca pretendió sacar ningún rédito personal de su defensa de La Alameda, y que además respetó su posición divergente en otros temas como el matrimonio homosexual o el aborto: “Nos aceptó tal cual éramos, ateos y muy lejanos del cristianismo, para protegernos”.
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